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Congresos

XIX Congreso de la Internacional Socialista, Berlín

15-17 de septiembre de 1992


RESOLUCION GENERAL DEL CONGRESO

Introducción

Este Congreso de Berlín de la Internacional Socialista está dedicado a hacer frente a los desafíos de una nueva época histórica. Esta nueva época es de cambios revolucionarios en el orden político, social y tecnológico.

La caída del Muro de Berlín marcó el fin de un largo período de encarnizado conflicto ideológico y de sufrimientos sin precedentes, inaugurando la mayor expansión de libertad de la Historia. La Internacional Socialista, cuyos ideales de libertad, justicia y solidaridad la sitúan a la vanguardia del triunfo de las ideas democráticas, emprende ahora la compleja tarea de mantener la revolución democrática y garantizar que sus beneficios se extiendan a todos.

Los trascendentales acontecimientos de 1989 en la ciudad, hoy unida, de Berlín, siguen inspirando a los que continúan luchando contra la opresión. En algunos países subsisten regímenes dictatoriales. La tortura, la ilegalidad y la violación de las libertades y los derechos básicos persisten en muchos países que se esfuerzan por realizar la transición a la democracia. Por ello, los socialistas democráticos deben seguir defendiendo resueltamente los derechos humanos, dondequiera que éstos se nieguen, y apoyando firmemente a los demócratas comprometidos en sus esfuerzos por construir sociedades mejores.

El fin de la Guerra Fría ha permitido ver con más claridad un mundo en rápido cambio y cada vez más interdependiente, en el que los principios del socialismo democrático son más vitales que nunca. La economía mundial ha experimentado dislocaciones estructurales, fomentando un tipo de capitalismo descarnado, indiferente a los valores humanos. Esa evolución amenaza a las democracias frágiles y socava la calidad de vida en las naciones industrializadas.

La celebración de los recientes progresos de la libertad debe verse moderada por el hecho de que las sociedades, en la mayoría de las naciones recientemente democratizadas, son más injustas que hace un decenio. Los gobiernos se encuentran con enormes expectativas de los ciudadanos, pero están atados por el funesto legado de las economías de control estatal, la deuda exterior masiva y las exigencias de austeridad de unas instituciones financieras internacionales despiadadas. La tentación de emplear medios autoritarios para modernizar las economías se ha traducido ya en reveses para la democracia en algunos países. Incluso dentro de las democracias industrializadas, las instituciones democráticas y la sociedad justa están siendo erosionadas por la dislocación del empleo y de las poblaciones, y por la creciente importancia dada a los valores comerciales por encima de los valores humanos. La tendencia actual, si continuara, convertiría a la inmensa mayoría de las poblaciones del mundo en una clase inferior. Ese resultado no sólo sería injusto sino enemigo de la supervivencia de la democracia y sumamente peligroso en un mundo de interdependencia ecológica, oleadas de migraciones masivas y proliferación de armamentos.

La Internacional Socialista, que cuenta con partidos miembros en casi todos los países de todos los continentes, promueve una mejor comprensión y mayor cooperación entre las naciones que se enfrentan con problemas mundiales comunes. Además, nuestros valores unen a todos los sectores de unas sociedades cada vez más complejas. La solidaridad socialdemócrata se basa en el compromiso compartido con los principios fundamentales reafirmados y perfeccionados en el Congreso de Estocolmo de hace tres años. Extrae fuerzas de la diversidad, tanto dentro de las naciones como entre ellas, y ofrece un antídoto esencial contra el racismo resurgente, la discriminación étnica y la xenofobia.

La democracia, tal como la definimos -con derechos políticos, justicia social e igualdad de oportunidades económicas- es la única forma de democracia perdurable. Aunque es cierto que para el crecimiento y el desarrollo son necesarios los mecanismos del mercado, no lo es menos cierto que el mercado libre no asegura la justicia. Por ello, el socialismo democrático reconoce al Estado como servidor necesario del pueblo para garantizar una sociedad justa y equitativa. Los gobiernos deben ser eficientes y responder de su actuación mediante decisiones y debates democráticos, arraigados en una sociedad civil fuerte y representativa. La conservación de los derechos -y la conciliación de los derechos individuales con los derechos colectivos de los trabajadores, de la mujer, de los grupos étnicos y de las comunidades indígenas- depende de la responsabilidad compartida de gobiernos y ciudadanos.

A medida que el mundo se acerca al año 2000, una de las tareas principales es democratizar el cambio económico. El fracaso del comunismo no significa la victoria del capitalismo puro. El pasado decenio ha suministrado abundantes pruebas de que beneficiar a las grandes empresas no equivale a beneficiar en definitiva a las pequeñas y a los individuos, y de que un capitalismo incontrolado tiende también a la corrupción y a la degradación del medio ambiente.

Por consiguiente, no podemos permitir que las fuerzas que han sido decisivas en la lucha por la libertad -sindicatos, movimientos cívicos, agrupaciones de defensa de derechos- se vean apartadas. Esas fuerzas son instrumentos indispensables para construir sociedades justas y equitativas. Todo acuerdo de integración comercial o económica entre las naciones debe incluir una carta de derechos laborales, sociales y económicos, y un acuerdo para la conservación del medio ambiente. En particular, se deben formular normas laborales, a fin de que la competencia económica no se centre en la explotación de los trabajadores.

Además, la ayuda para el desarrollo de las naciones industrializadas no debe depender solamente de la reforma económica. Esa ayuda debe vincularse también al establecimiento de instituciones democráticas, y orientarse a las necesidades básicas de los sectores más pobres de la población, prestando especial atención a las mujeres y a las necesidades y aspiraciones de los pueblos indígenas.

La Internacional Socialista sigue siendo una voz destacada en afirmar la vinculación existente entre desarme y desarrollo. A medida que aumentan las perspectivas de lograr la paz internacional, aumentan también las oportunidades de utilizar más constructivamente los recursos mundiales. Las organizaciones internacionales, especialmente las Naciones Unidas, deben redoblar sus esfuerzos por resolver los conflictos regionales y civiles, y promover las reducciones de armamentos tanto nucleares como convencionales.

La revolución tecnológica ha producido profundos cambios en el mundo, cambios que van mucho más allá del derrumbamiento de las ideologías totalitarias. Tenemos que afrontar el desafío y aprovechar las oportunidades que presenta esa revolución para desarrollar nuevas estrategias orientadas a alcanzar las metas socialdemócratas. Debemos elaborar políticas que adapten la nueva tecnología de la información y la radiodifusión a la mejora de la educación, la alfabetización, la formación de los trabajadores y la participación ciudadana. Los jóvenes, especialmente, buscan oportunidades de desarrollarse como individuos y de contribuir a la sociedad. Se les debe dar el instrumental y la formación necesarios para que puedan realizar sus posibilidades.

Los socialistas democráticos, conscientes de los desafíos complejos e intimidantes que presenta esta nueva fase de la Historia, tenemos confianza en nuestra forma de abordar las urgentes tareas que nos aguardan. Una solidaridad inalterable, en nombre de la libertad y los derechos fundamentales en todas partes, y unos compromisos largo tiempo mantenidos con la justicia, la paz y el bienestar humano nos han dado fuerzas para vencer los obstáculos en el pasado. Hoy, la promesa de la libertad y las aspiraciones de todos los pueblos hacia una vida mejor dependen del establecimiento de una democracia duradera. Con dedicación e iniciativa renovadas, la Internacional Socialista nos lo ha fijado así como objetivo.

 

La Paz y el Desarme

El fin de la Guerra Fría promete facilitar la creación de un orden mundial estable, justo y seguro, de conformidad con los Principios de la Carta de las Naciones Unidas y con el Derecho Internacional. Los decenios de la división entre el Este y el Oeste, y de la confrontación política, ideológica, económica y militar han terminado. Ha llegado el momento de aprovechar la oportunidad, reorientar nuestras energías y nuestros recursos, cerrar viejas heridas y construir un nuevo orden basado en la seguridad común y en la libertad, la justicia social y la solidaridad.

Pero aunque ésta es una época de promesas y oportunidades, lo es también de inestabilidad e inseguridad. Como se decía en el Documento de Helsinki, la decadencia económica, la tensión social, el nacionalismo agresivo, la intolerancia, la xenofobia y los conflictos étnicos amenazan la estabilidad y la paz. Por primera vez en decenios somos testigos de una contienda en Europa. Siguen produciéndose nuevos conflictos armados y se utiliza masivamente la fuerza, en violación flagrante del Derecho Internacional. La tortura, las ejecuciones y los campos de prisioneros evocan funestos recuerdos. Los sanguinarios conflictos actuales en la antigua Yugoslavia representan un serio peligro de que se produzca una escalada hacia una auténtica guerra.

Sería trágico para toda la comunidad internacional que las oportunidades creadas por la terminación de la Guerra Fría se perdieran y se diera marcha atrás al reloj para volver a los viejos antagonismos, odios, rivalidades nacionales, étnicas y religiosas y conflictos armados. Nuestro mundo no puede permitirse tomar ese rumbo. Por ello, la Internacional Socialista hace un llamamiento a todos los gobiernos, movimientos sociales e individuos para que cooperen, más allá de las fronteras nacionales, étnicas y religiosas, a fin de lograr la paz, la libertad y la justicia.

Hay que acoger con el máximo agrado que las relaciones entre las antiguas Grandes Potencias opuestas se hayan desarrollado de una forma positiva, haciéndose más pacíficas y amistosas. Ello no sólo favorece a los pueblos directamente afectados sino a la sociedad internacional en su conjunto. Por las especiales responsabilidades políticas de las Grandes Potencias, algunos conflictos regionales se han aproximado a soluciones políticas, se han hecho posibles importantes reducciones de los gastos militares y se ha revitalizado a las Naciones Unidas y otras instituciones multilaterales.

Los progresos más concretos se han hecho en Europa, continente que fue gravemente dañado por la confrontación de la Guerra Fría. El Muro de Berlín ha sido derribado, Alemania se ha unido y los antiguos miembros del bloque soviético han experimentado profundas revoluciones democráticas, contándose ahora entre la familia de naciones libres y democráticas. Los Estados bálticos han recuperado su independencia y, a raíz de la disolución de la Unión Soviética, los Estados que la han sucedido se han comprometido en sus acuerdos conjuntos a respetar los mismos principios y estipulaciones que todos los Estados de la CSCE (Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa).

En gran parte, los cimientos para estos cambios fundamentales se sentaron con la adopción de la Ostpolitik en el decenio de 1960, las primeras fases de la distensión y, más tarde, con el proceso de la CSCE, orientado a superar la división de Europa sobre la base de los principios conjuntamente adoptados en Helsinki en 1975. Los pueblos de Europa central y oriental y los de la antigua Unión Soviética desempeñan un papel crucial en este desarrollo favorable.

La Carta de París, aprobada en 1990, señala el fin de la Guerra Fría y la iniciación de una nueva era en este Continente, una era basada en la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho. Todos los Estados participantes en el proceso de la CSCE se han comprometido con los mismos valores y criterios. Las decisiones adoptadas en la Conferencia de continuidad de Helsinki en 1992 para reforzar las instituciones y estructuras de la CSCE, introducir las actividades de mantenimiento de la paz de la CSCE, subrayar el carácter de la CSCE como entidad regional para las Naciones Unidas, establecer un Alto Comisionado para las Minorías Nacionales y crear un nuevo foro para la cooperación en materia de seguridad son indicios de la voluntad política conjunta de librarse de las viejas animosidades y construir una nueva Europa.

La nueva situación internacional, principalmente en Europa pero también en otras áreas, requiere urgentemente que la comunidad internacional asuma nuevas responsabilidades. El nuevo clima surgido del fin de la Guerra Fría ofrece una oportunidad espectacular para desarrollar la sociedad de las instituciones y de las organizaciones de seguridad que tenemos, convirtiéndola en un armonioso sistema para asegurar la paz mundial y para el fortalecimiento de la seguridad mutua y colectiva. La CSCE ha señalado ya la necesidad de una visión mundial de la seguridad que aúne la distensión y el desarme con una amplia cooperación a fin de contribuir al desarrollo y superar las barreras étnicas y culturales.

Ahora que ha terminado la confrontación política, otros avances hacia un desarme radical, las reducciones de los gastos militares y la eliminación de algunas viejas estructuras, doctrinas y equipos militares son un imperativo lógico, y el cambio en esa dirección ha comenzado. En lugar de la disuasión nuclear, los temores, la espiral de la carrera de armamentos y la excesiva militarización de nuestras sociedades, el mundo tiene que perseguir ahora la paz y la seguridad en la aplicación de los conceptos de una seguridad amplia y común. Para alcanzar esas metas tenemos que trabajar para fortalecer la democracia en todos los países, para desarrollar programas de educación para la paz en todas partes y para asegurar el derecho a la objeción de conciencia y un servicio alternativo.

El acuerdo ruso-estadounidense para reducir radicalmente el número de armas nucleares estratégicas constituye una decisión en la dirección apropiada, que debe recibirse con suma satisfacción. En virtud de ese acuerdo, los dos Estados más fuertemente armados reducen los niveles convenidos en el marco de START, y complementan sus bien fundadas decisiones anteriores de eliminar la mayoría de los tipos de armas nucleares tácticas. Aunque la Internacional Socialista considera que esas decisiones son necesarias y conformes con los deseos y exigencias de la comunidad internacional, seguimos solicitando que se adopten más medidas para el desarme nuclear; reducciones más importantes aún por parte de ambos Estados; que se evite una nueva carrera de misiles antibalísticos; el final del progreso de la IDE (Iniciativa de Defensa Estratégica) de los Estados Unidos y Rusia, así como la desmilitarización del Artico; una prohibición general de los ensayos nucleares, por fin, ahora que los favorables compromisos de los Gobiernos de Rusia y de Francia, así como del Senado de los Estados Unidos han puesto al alcance de la mano ese objetivo demasiado tiempo demorado; y asimismo la decisión, en la próxima Conferencia de Revisión del Tratado de No-Proliferación, de hacer de este régimen un elemento permanente y eficaz de los acuerdos generales para garantizar el desarme nuclear. Nosotros lanzamos ahora un llamamiento a todos los Estados nuclearmente armados para que contribuyan al proceso de desarme estratégico nuclear, reduciendo su propia capacidad e incorporándose a las conversaciones de desarme.

En Europa se ha llegado al acuerdo más importante sobre desarme con el Tratado sobre Fuerzas Convencionales, negociado en el marco de la CSCE. Cuando se aplique, ese Tratado supondrá las reducciones más radicales en los principales tipos de armas convencionales. Aunque el acuerdo se negoció en las fases finales del período caracterizado por la confrontación de la Guerra Fría, y aunque la realidad política ha cambiado al producirse las revoluciones democráticas de la Europa central y oriental, es imperativo que ese Tratado se aplique. Acogemos con agrado el entendimiento alcanzado en las consultas entre el CIS, los antiguos Estados del Pacto de Varsovia y la OTAN con respecto a la aplicación del Tratado y las respectivas competencias. En este contexto, el Tratado de Cielos Abiertos, firmado en el marco de la CSCE, establece una nueva serie de medidas destinadas a fomentar la confianza.

El impacto del Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa en el desarme es más concreto en la Europa central, en donde la retirada de las antiguas tropas soviéticas a Rusia complementa la favorable transformación del orden de seguridad. Ese favorable impacto político se deja sentir también en otras partes de Europa. Sin embargo, como de la independencia de las antiguas Repúblicas Soviéticas pueden resultar nuevos desequilibrios locales y regionales, es imperativo que el traslado de tropas y armamento a algunos distritos militares de Rusia y otros Estados de la CEI no produzca nuevos desequilibrios de seguridad. Tan importante como ha sido convenir en la retirada de las antiguas tropas soviéticas de la Europa central hay que convenir sin demora también su retirada pronta, ordenada y completa de las tres Repúblicas Bálticas independientes. Sólo la eliminación de todos los motivos de preocupación por la seguridad y de especulación militar puede crear una só1ida base para una cooperación pacífica para el bien de todos. Por consiguiente, la Internacional Socialista favorece los acuerdos sobre la estabilidad regional que se han de tomar en el marco del nuevo foro para la cooperación de seguridad de la CSCE.

El fin del período de confrontación mundial ha creado condiciones favorables para todos los acuerdos sobre control de armamento y desarme. El Tratado sobre la prohibición completa de todas las armas químicas, cuyo texto se ha convenido por fin, debe ser firmado y ratificado por todos los Estados, y su aplicación debe comenzar lo antes posible. Se debe frenar, mediante medidas nacionales e internacionales, todo tráfico de armas. Como primer paso para un sistema mundial de información, debe crearse, en el marco de las Naciones Unidas, un registro de transferencia de armas que pueda convertirse luego en un organismo eficiente de verificación. El desafío más urgente consiste en controlar, de la forma más eficaz, toda transferencia relacionada con materiales nucleares, tecnología de misiles u otras tecnologías sensibles, tanto aplicables a las armas de destrucción masiva como a las llamadas armas convencionales. La necesidad de controlar y reducir las transferencias de armas se ve subrayada por las recientes experiencias de escalada de conflictos regionales como consecuencia de transferencias de armas realizadas sin impedimento alguno.

Se deben buscar ahora los acuerdos regionales reprimidos durante la Guerra Fría, a fin de contribuir a la solución política de los conflictos regionales. A este respecto, la experiencia de la CSCE nos anima a recomendar que se imite también en otras regiones la prevención de las crisis, el fomento de la confianza y la cooperación, especialmente allí donde las tensiones han sido de alto nivel. Las regiones como, por ejemplo, el Mediterráneo, el Oriente Medio, el Cuerno de Africa, Asia oriental, el sureste de Asia y América Latina podrían beneficiarse de esas experiencias en sus esfuerzos por lograr paz, seguridad y desarrollo estables. El Secretario General de las Naciones Unidas tiene toda la razón en resaltar que la comunidad internacional no debería dejar de lado ningún rincón de miseria mortal en el mundo.

El momento es oportuno para aplicar un régimen de seguridad internacional basado en la Carta de las Naciones Unidas. Queremos que aumente la capacidad de las Naciones Unidas para prever e impedir conflictos y, especialmente, que se establezca un sistema mundial de emergencia. Queremos que se elabore un dispositivo mundial de establecimiento del Derecho, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, centrado en la función de las sanciones. La Internacional Socialista respalda totalmente las medidas organizativas y financieras que se han tomado para fortalecer a las Naciones Unidas en su capacidad para sostener una diplomacia preventiva, crear y mantener la paz, en los términos propuestos por el Secretario General de las Naciones Unidas. Las Naciones Unidas tienen que desempeñar un papel más amplio en las operaciones de emergencia para la ayuda humanitaria. Acerca de un nuevo papel de las Naciones Unidas, habría que contemplar también la posibilidad de destacar tropas y material a la disposición del Secretario General. La Internacional Socialista respalda la sugerencia del Secretario General de las Naciones Unidas de crear un Fondo de las Naciones Unidas para la Salvaguardia de la Paz que se alimentará con contribuciones de los presupuestos militares nacionales.

Aunque se han hecho muchos progresos y pueden seguir haciéndose mediante los acuerdos internacionales de desarme, tanto mundial como regionalmente, la Internacional Socialista subraya la importancia de las decisiones nacionales para disminuir los niveles de armamentos y gastos militares, así como la investigación y desarrollo con fines de esa índole.

Durante varios decenios, el mundo ha dedicado sumas enormes a gastos militares, desaprovechando la oportunidad de otros usos constructivos de esos recursos. Se ha ido apartando cada vez más de las metas e ideales establecidos en la Carta de las Naciones Unidas para mantener la paz y la seguridad con la menor desviación posible de los recursos humanos y económicos mundiales hacia los armamentos. Ha llegado el momento de cambiar de rumbo y hacer que nuestras sociedades nacionales y nuestro orden internacional dejen de estar dominados por consideraciones militares, para orientarse a servir a los pueblos del mundo. Hay que planificar y ejecutar, en todas partes y en todos los niveles de nuestras sociedades, programas realistas y eficaces de conversión, con plena conciencia de que en el período de transición habrá algunas dificultades, pero sabiendo que la economía civil no sólo se orienta a fines constructivos sino que tiene también repercusiones más favorables en el empleo que la producción militar.

Los fondos ahorrados mediante la limitación de los armamentos deben utilizarse para reducir la distancia que separa al Norte del Sur y contener los actuales desastres sociales y ecológicos, que se encuentran en la raíz de los conflictos internacionales. Los países ricos tienen que comprometerse efectivamente a dedicar al desarrollo una asistencia de, por lo menos, el 0,7 por ciento de su PNB. Si los países del Norte cancelan la deuda y mejoran la ayuda al desarrollo, los países en desarrollo estarán en mejores condiciones de orientar su gasto público hacia las necesidades sociales y las inversiones productivas. El desafío de la construcción de un nuevo orden mundial consiste en vincular de manera eficaz los esfuerzos orientados al desarme, el desarrollo y los derechos humanos. Una seguridad amplia y común es la clave para alcanzar esa meta. Y la Internacional Socialista participa en esos esfuerzos con toda su energía.

 

Los Derechos Humanos

La Internacional Socialista reafirma que los derechos humanos y las libertades fundamentales son universalmente aplicables y que son una parte esencial para un nuevo ordenamiento mundial en base a la libertad y la justicia. Los derechos y las libertades hay que respetarlos en todos los pueblos y en todas las naciones y ha de existir una vigilancia y una condena constante siempre que se los viole o deniegue. La Internacional Socialista cree en que es fundamental el derecho de los pueblos de elegir sus gobiernos en elecciones libres y justas. Llamamos a las Naciones Unidas para que exijan que sus Estados miembros garanticen a sus ciudadanos y ciudadanas el derecho a voto y a ser elegidos.

Al mismo tiempo, la Internacional Socialista reconoce también la relación intrínsica entre diversas categorías de derechos y libertades.

Sólo un equilibrio cauto entre los derechos políticos y los civiles, por una parte, y los derechos económicos, sociales y culturales, por otra parte, es lo que le confiere a la democracia su plena esencia y lo que responde a las exigencias de todos los sectores de la sociedad.

Desde la fundación de la Internacional Socialista, ha mejorado considerablemente el acceso a alimentos, vivienda, salud y educación y, en muchos países, el nivel de acceso es casi total. Se han establecido estándares internacionales de libertad civil y política que, a pesar de ser reiteradamente violados, han contribuido a una mayor libertad del debate político y a mejorar la calidad de vida. Los socialistas democráticos y los miembros de la IS han contribuido significativamente a esta evolución. Continuaremos haciéndolo.

La Internacional Socialista elaboró una plataforma detallada en relación con los derechos humanos durante su Congreso en Estocolmo, celebrado en el año 1989. Esa plataforma incluye los derechos civiles, políticos, sociales, económicos y, también los culturales, iguales para las mujeres y los hombres. Además, los derechos de las generaciones futuras son parte integrante de nuestra visión. Dicha plataforma hace resaltar también que los derechos humanos son indivisibles y que, si se violan, se pone en peligro a la propia democracia. También se hace constar que no es posible obtener un bienestar social real si los individuos son despojados de sus derechos humanos y que los derechos y las libertades fundamentales hay que respetarlos en todas las sociedades, independientemente de su nivel de desarrollo. Cuando las desigualdades sociales amenazan la paz, los derechos humanos están en peligro.

Desde entonces, los cambios políticos mundiales han generado nuevos retos en el ámbito de los derechos humanos, con lo que queda demostrada la relación dinámica entre los derechos individuales y colectivos y su incidencia recíproca sobre otros asuntos internacionales críticos, tales como el crecimiento sostenido, el desarme, la protección del medio ambiente y la justicia social.

En muchos países los regímenes autoritarios han sido forzados a ceder ante fuerzas más democráticas y a gobiernos más respetuosos de los derechos humanos. Sin embargo, el progreso de la transición democrática no es igual en todas partes. Mientras que en algunos países se han producido mejoras en el desarrollo de los derechos humanos, en otros el progreso ha sido penosamente lento.

Los conflictos armados y la progresiva proliferación de todo tipo de armamentos continúan impartiendo miedo y horror a millones de personas y están directamente relacionados con unas insistentes y difundidas violaciones de los derechos humanos, especialmente de los niños. En la medida en que se reconoce la fuerza destructiva del racismo y que empieza a ser desmantelada la segregación racial, surgen nuevas formas de tensión racial radicadas en el neofascismo y en la xenofobia, manifestándose en forma de violencia. De momento, hay más de 17 millones de refugiados, 20 millones de personas desplazadas y unas migraciones masivas de personas dentro y fuera de las fronteras nacionales. Es necesario enfrentarse a estos retos.

La próxima Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos que se celebrará en Viena en junio de 1993, constituye una oportunidad importante para la promoción de los derechos humanos. Al respecto, nosotros aplaudimos la voluntad que han expresado algunos miembros del Movimiento de los No Alineados en su Declaración de Yakarta de septiembre de 1992 de contribuir plenamente a esta importante conferencia y de ayudar a que ''aborde todos los aspectos de los derechos humanos en base a la universalidad, la indivisibilidad, la imparcialidad y la no selectividad''.

La Internacional Socialista insta al Comité Preparativo de la Conferencia de las Naciones Unidas a dedicar especial atención a la aplicación y al acatamiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como de otras convenciones y los convenios existentes en materia de derechos humanos. Creemos que cualquier violación de los derechos humanos tiene que ser investigada rigurosamente y que tienen que aplicarse las sanciones apropiadas en contra de los que cometen abusos. La Conferencia de las Naciones Unidas deberá considerar los medios necesarios para fortalecer los mecanismos de defensa de los derechos humanos, tanto a nivel global como a nivel regional. Es necesario aumentar la eficacia de las actividades multilaterales, gubernamentales y no gubernamentales, desplegadas con la finalidad de proteger y de promover los derechos humanos. Todos los gobiernos tienen la responsabilidad de los derechos humanos y éstos son un factor esencial para determinar el nivel de relaciones económicas y políticas entre las naciones.

Tienen que desarrollarse métodos para mejorar la cooperación internacional en defensa de los derechos culturales, sociales y económicos. Deberán examinarse las causas fundamentales de las violaciones de los derechos humanos y deberá mantenerse la prioridad de las medidas para mejorar la situación de los más vulnerables y para reducir la brecha entre los ricos y los pobres.

Deberán protegerse los derechos de los que solicitan asilo y de los refugiados. La Internacional Socialista se expresa en favor de una enmienda de la Convención de Ginebra sobre Refugiados, y de conceder a las mujeres, que son perseguidas por el hecho de ser mujeres, el derecho de asilo y el status de refugiadas, e insta a los Estados miembros a prever lo correspondiente en la legislación. La Internacional Socialista hace un llamamiento a las Naciones Unidas para que lleve a cabo programas especiales de atención y ayuda para mujeres refugiadas y personas desplazadas que, conjuntamente con sus hijos, constituyen el 80 por ciento de los refugiados y desplazados del mundo.

La Internacional Socialista reconoce los derechos de las minorías y de los grupos étnicos e indígenas por cuanto se refiere a sus aspiraciones de conservar su identidad cultural, linguística o religiosa.

La IS hace un llamamiento a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para que despliegue esfuerzos especiales con el fin de eliminar el analfabetismo. Nosotros consideramos que es necesario llevar a cabo programas de educación para adultos, específicamente para mujeres, en vista de que más del sesenta por ciento de las personas analfabetas son mujeres.

La IS también insta a las Naciones Unidas que incluya en su Carta de los Derechos Humanos una estipulación que establezca que ninguna persona debe ser perseguida, penalizada o discriminada a causa de su orientación sexual. También hacemos un llamamiento a todos los partidos miembros para que cumplan con lo estipulado en la resolución 1990/65 de las Naciones Unidas que se refiere a la ''Discriminación de personas infectadas con el virus HTLV o afectadas por el SIDA'' y que promulguen leyes antidiscriminatorias correspondientes. Asimismo, llamamos también a todos los partidos miembros para que denuncien las violaciones de los derechos humanos, tales como las violaciones, el abuso sexual y el acoso sexual. Las personas que perpetren tales actos deberán someterse a la justicia, sin importar su status, o si son civiles o militares.

La IS reitera su rechazo total a la pena de muerte y nuevamente insta a sus partidos miembros para que trabajen en favor de la abolición de esta práctica dondequiera que se aplique.

La lucha en favor de los derechos humanos es la tarea de las generaciones presentes y de las futuras. Para facilitar esta lucha, consideramos que tiene que difundirse en todos los países un amplio programa de información y educación sobre derechos humanos y el modo de aplicarlos, sobre todo entre los jóvenes. La IS apoya las iniciativas que surjan con el propósito de facilitar este proceso.

 

Europa

El progreso hacia una mayor cooperación europea, apoyado por los partidos socialistas y socialdemócratas continúa, en medio de debates y pendiente de los resultados de los importantes procesos de toma de decisiones en algunos países.

La destrucción del muro de Berlín en el año 1989 sirvió como símbolo poderoso del final de las divisiones físicas en el Continente, causadas por la Guerra Fría. El fracaso del comunismo soviético tuvo como consecuencia que, afortunadamente, ahora pertenecen al pasado las luchas ideológicas que acapararon tanta atención y tantos recursos europeos.

Es necesario aprovechar las oportunidades surgidas que ahora se le ofrecen a la causa del socialismo democrático.

En Europa oriental y occidental se dispone actualmente de parte de los fondos que antes fueron gastados en la defensa militar y que ahora pueden dedicarse a las inversiones productivas y al logro de objetivos sociales.

La clave de la cooperación europea sigue siendo la Comunidad Europea, cuyo continuo desarrollo, lejos de inhibir el progreso hacia el logro de los ideales de nuestra Internacional, constituye más bien un marco para su evolución. El ideal europeo de una sociedad que evita por un lado, como de hecho lo hace, la presencia sofocante de un Estado demasiado poderoso y que, por otro lado, también impide un individualismo demasiado forzado, es favorecido por los socialistas democráticos.

La fuerza motriz para el establecimiento de la Comunidad Europea fue el deseo de sus fundadores, muchos de ellos socialistas, de imposibilitar una perspectiva de guerra entre sus miembros. Tal meta tiene la misma validez en la actualidad por estar tan profundamente arraigada.

La estructura de la Comunidad Europea, aunque dista mucho de ser perfecta, ofrece diversos foros para el debate y las decisiones democráticas. En ese contexto, el Parlamento Europeo, a cuyo desarrollo han contribuido considerablemente los socialistas, tiene que jugar un papel mayor en el proceso de toma de decisiones por parte de los países miembros.

Desde la perspectiva socialista, la Comunidad Europea debe ser una combinación de eficiencia económica con cooperación y justicia social.

Dentro de sus actuales fronteras, la Comunidad Europea está obligada a tratar con sensibilidad a los sectores menos privilegiados de la sociedad y a asignar fondos de desarrollo para sus regiones menos desarrolladas.

Los trabajadores agrícolas dependen de los recursos de la Comunidad Europea y pueden esperar recibir apoyo de ella con el fin de mantener sus medios de subsistencia. Aquellos trabajadores industriales que se han visto afectados por los problemas de sus empresas, también tienen que beneficiarse de la ayuda ofrecida por la Comunidad Europea.

La Comunidad Europea también tiene que mantener una actitud abierta frente a sus contrapartes en el Area Económica Europea y aceptar como miembros plenos a todos los países que acepten sus objetivos y los medios para alcanzarlos.

La actitud asumida por la Comunidad Europea frente a Europa del Este tiene la misma importancia. Es necesario mantener el ya apreciable flujo de ayuda económica hacia los países de aquella región.

Al mismo tiempo, los países de Europa Occidental más avanzados deben abstenerse de cualquier actividad tendente a exacerbar el de por sí ya serio choque entre nacionalismos en el Este.

Los países de Europa del Este, por su parte, deben ser alentados a mantener los lazos entre ellos en vez de destruirlos, ya que pueden promover su cooperación política y su prosperidad económica.

En la medida en que avancen por el camino de la unificación, los países europeos del Este y del Oeste harán bien en tener presente sus responsabilidades globales frente a las regiones más pobres del mundo. La demanda por una solidaridad internacional, sin mencionar los importantes intereses propios, exigen que el comercio y la política de ayuda que se negocien con países en vías de desarrollo sean justos y generosos.

Europa continuará siendo un polo de atracción para inmigrantes provenientes de países menos privilegiados. Este fenómeno ya ha generado xenofobia y tensiones raciales. Los socialistas, tanto en Europa como en cualquier otra parte, están comprometidos en una lucha inexorable en contra del racismo en cualquiera de sus expresiones.

 

Europa Central y Oriental

El colapso total del comunismo en Europa ya se vislumbró con claridad durante el último Congreso de la Internacional Socialista celebrado en el mes de junio de 1989 en Estocolmo. Lo que entonces, sin embargo, no se podía saber todavía, en todos sus detalles, era cuántos problemas dejaría el sistema comunista por resolver.

La IS se ha dedicado a estos temas y se ha expresado detalladamente en relación a ellos durante la conferencia de líderes de partidos en Sidney (marzo de 1991), en la reunión del Consejo en Santiago (noviembre de 1991) y en numerosas otras ocasiones.

Aplaudimos y apoyamos los progresos realizados en la creación y el desarrollo de estructuras democráticas en Europa Central y Oriental, es decir, en los países antes gobernados por regímenes comunistas, y acentuamos la necesidad de proteger y defender las democracias pluralistas que se están estructurando frente a peligros de cualquier origen. En este contexto, también es necesario que se apliquen los principios del Estado de Derecho cuando se juzgue el propio pasado.

Los partidos miembros de la Internacional Socialista están dispuestos a establecer un intenso intercambio de ideas, diálogo y a cooperar con todas las fuerzas democráticas de las jóvenes democracias.

Somos conscientes que la estabilidad de estas democracias -especialmente en lo que respecta a los Estados de la antigua Unión Soviética- dependerá considerablemente del éxito de los esfuerzos que desplieguen en el sector económico.

En este contexto, consideramos que la conversión de las industrias militares en el antiguo Pacto de Varsovia y la retirada total de las antiguas tropas soviéticas son una necesidad que ayudará a allanar el camino para la reforma democrática y la estabilidad política.

Es necesario, entre otras cosas, ofrecer un apoyo coordinado a los esfuerzos realizados en favor de las reformas, no solamente a través de ayudas financieras, sino también mediante el intercambio de conocimientos técnicos y de experiencias, así como brindando posibilidades de formación para mandos ejecutivos. Además, es necesario que las promesas de ayuda dadas por la comunidad internacional efectivamente se cumplan, y que se intensifique la cooperación económica.

Sin embargo, es necesario que los gobiernos de los países, en los que la economía nacional se está transformando de una economía planificada a un sistema con estructuras de economía de mercado, entiendan que la justicia en la distribución, la seguridad social, los logros del Estado de bienestar y la existencia de sindicatos democráticos fuertes, son indispensables para su estabilidad y funcionamiento.

La Internacional Socialista tuvo que dedicarse desde los inicios del movimiento laboral a los problemas y los peligros generados por el nacionalismo.

La Internacional Socialista ha aprendido cuán importante es la identidad histórica y cultural de un pueblo y cuán importante es la protección de los derechos de los pueblos; la IS defiende con firmeza decididamente el derecho de autodeterminación de los pueblos, establecido en la Carta de las Naciones Unidas; sin embargo, insiste en rechazar decididamente un nacionalismo que lleve al odio, la discordia y la guerra.

La Internacional Socialista reafirma la necesidad de combinar el derecho de autodeterminación con el respeto estricto de las fronteras internacionalmente establecidas y reconocidas, así como la no modificación de las mismas por el uso de la violencia. Por lo que a esto se refiere, la Internacional Socialista respalda la posición de los socialdemócratas checo-eslovacos que ven con crítica la separación del país sin que se celebre un referendum.

La acentuación de la propia identidad y de la pertenencia a un pueblo de ningún modo debe llevar hacia la aplicación de la fuerza o a la violación de los derechos fundamentales y de los derechos humanos de otros pueblos.

Ante este telón de fondo vemos con gran preocupación especialmente el desarrollo de la situación en la antigua Yugoslavia y constatamos con indignación los evidentes crímenes de guerra que ahí se están cometiendo.

Hacemos un llamamiento dirigido a todas las partes y personas involucradas en el conflicto en la antigua Yugoslavia, especialmente a los dirigentes serbios, para que renuncien a la violencia. Los crímenes de guerra y los delitos contra la humanidad que ahora se están cometiendo, deben ser y serán sancionados mediante los tribunales correspondientes. Los centros penitenciarios han de abrirse inmediatamente a los inspectores de la Cruz Roja y las instalaciones que se parezcan a campos de concentración han de ser cerradas de inmediato.

A pesar de que es necesario estudiar minuciosamente cualquier alternativa que permita poner fin lo más rápidamente posible a esta guerra sangrienta, la Internacional Socialista expresa su esperanza de que, en este contexto, se pueda evitar una intervención militar, apoyando, más bien, las misiones de tropas de paz de las Naciones Unidas, la aplicación de las recomendaciones de la Conferencia de Londres y la imposición consecuente y completa del bloqueo decretado por las Naciones Unidas como medios para contrarrestar un aumento de las acciones militares, favoreciendo las soluciones políticas que sirvan de base para evitar una escalación adicional de las acciones militares en los Balcanes.

En particular, es muy importante que las Naciones Unidas lleven a cabo una gestión preventiva e intensa de la crisis para impedir que la guerra se extienda a Kosovo.

En vista de que la tragedia vivida en Yugoslavia ha originado hasta la fecha más de 2 millones de personas fugitivas, la Internacional Socialista hace un llamamiento a todos los gobiernos europeos para que mantengan en alto las tradiciones humanitarias de dar acogida a los refugiados y para que procedan de modo solidario, debiéndose acordar una clave de repartición internacionalmente justa para recibir a los refugiados, a quienes deberá posibilitárseles un retorno a sus países de origen lo más pronto posible.

La dramática evolución en Yugoslavia conlleva el peligro de que el conflicto violento se extienda a otras partes de Europa y a la antigua Unión Soviética. En ese sentido adquieren especial importancia la aplicación exacta de los acuerdos de desarme y el impedimento de la proliferación de armas nucleares.

Después de la sustitución de la estabilidad precaria de la época de la Guerra Fría por la no menos precaria estabilidad de la era posterior al desmoronamiento del comunismo, la Internacional Socialista exige la creación de un sistema de seguridad con carácter defensivo para toda Europa, capaz de garantizar seguridad y estabilidad para los pueblos europeos sobre la base de principios comunes.

 

Oriente Medio

La Internacional Socialista propugna la convivencia pacífica de todos los pueblos del Oriente Medio, para lo cual deben acatarse los siguientes principios: voluntad de solucionar pacíficamente los conflictos, respeto de los derechos humanos y compromiso en favor del pluralismo en asuntos políticos, étnicos y religiosos.

La Internacional Socialista felicita al Partido Laborista Israelí y al MAPAM por su histórica victoria electoral el día 23 de Junio.

La Internacional Socialista saluda el nuevo ambiente e ímpetu generados por el nuevo gobierno israelí en favor del nuevo proceso de paz instituido con la iniciativa de Madrid.

Registramos con gran satisfacción la participación activa de los palestinos y de los Estados árabes y su clara voluntad de esforzarse con el fin de que las negociaciones de paz constituyan un éxito.

La aceptación de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU por todas las partes involucradas, incluyendo la Liga de Estados Arabes y la Organización para la Liberación de Palestina, constituye una base para el éxito de las negociaciones de paz.

Aplaudimos las medidas adoptadas por el gobierno israelí con el fin de crear un ambiente de confianza a nivel internacional en los países árabes y de parte de los palestinos en los territorios ocupados, incluyendo la paralización de algunas actividades de colonización y de construcción de carreteras, la cancelación de algunas deportaciones y la liberación de prisioneros políticos.

Reafirmamos nuestra oposición a las colonias en los territorios ocupados y esperamos que se produzcan más medidas generadoras de confianza de parte de todos, ya que un aumento de la confianza depositada por los palestinos y por todos los demás en relación con el proceso de paz es indispensable para el éxito, ya no simplemente para las negociaciones, sino para el de cualquier acuerdo que pueda lograrse.

Todos los acuerdos interinos, incluyendo la adopción de medidas destinadas a generar confianza y la autonomía palestina, deberían ser considerados como una parte de un proceso que lleva hacia unos acuerdos de carácter permanente y hacia la paz.

Consideramos que para que cualquier acuerdo pueda tener éxito es indispensable que se base en la conclusión de todas las acciones bélicas en la región, en la seguridad del Estado de Israel dentro de fronteras reconocidas y en la aceptación del derecho legítimo de los palestinos de determinar su propio futuro.

Un tratado de paz tiene que incluir asimismo la finalización del conflicto interno y de las intervenciones desde el exterior en El Líbano, donde actúa un partido hermano, y el restablecimiento de la unidad y soberanía del país.

Con el fin de lograr la paz en el Oriente Medio, es necesario que la comunidad mundial ofrezca su pleno apoyo, incluyendo el apoyo de la Comunidad Europea, donde se ha demostrado cómo las enemistades históricas pueden transformarse en una relación de cooperación económica y política.

Un tratado de paz ofrecerá una gran oportunidad a los países del Oriente Medio de poner fin a la carrera armamentista, de usar sus recursos de modo positivo y equitativo para la estructuración de sus economías, de vencer la pobreza y de establecer lazos de cooperación en aras del bienestar común.

La Internacional Socialista, conjuntamente con sus partidos miembros de Israel y de los países árabes, continuará contribuyendo de manera activa y constructiva, tal como lo hiciera en el pasado, a la eliminación de la tensión, al establecimiento de la paz y de relaciones de buena vecindad en el Oriente Medio, subrayando la crucial importancia de la reafirmación y del respeto de los derechos humanos y de la democracia en toda la región.

La Internacional Socialista hace un llamamiento para el pluralismo político y el respeto de los derechos humanos, en particular de los derechos de la minorías en toda la región. Condenamos todas las violaciones de los derechos humanos perpetradas por el régimen iraní. En Irak, la situación de los kurdos y de los chiítas, que sufren represiones, continúa siendo un motivo de gran preocupación. En Turquía, hay que aplaudir los pasos dados hacia la ampliación de los derechos culturales del pueblo kurdo. Es necesario un fortalecimiento mayor de los derechos democráticos y humanos. La Internacional Socialista reitera que está opuesta a todo tipo de violencia, incluyendo el terrorismo.

El pueblo kurdo en Irak ha celebrado recientemente elecciones libres, generales y pacíficas para elegir una asamblea regional y un gobierno local. Esta primera experiencia democrática necesita del apoyo de la IS en concordancia con el espíritu del XIX Congreso. Con el fin de obtener una paz duradera, debería apoyarse el derecho del pueblo kurdo de obtener un status federativo dentro de un Irak democrático y unido.

La Internacional Socialista reitera su compromiso permanente con la necesidad de encontrar una solución justa, viable y duradera al conflicto chipriota. Hemos tomado nota favorable de los recientes esfuerzos desplegados por el Secretario General de las Naciones Unidas al respecto. Llamamos a la comunidad internacional, incluida la Comunidad Europea, para que apoye activamente una solución, que asegure los principios democráticos fundamentales y los derechos humanos de todas las comunidades, basada en las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas.

 

América Latina y el Caribe

Hace apenas un año que América Latina y el Caribe presentaban un cuadro político optimista: los regímenes militares y las dictaduras habían desaparecido como consecuencia de su incapacidad de paliar los graves problemas económicos y sociales y por la exigencia de los pueblos que reclamaban el orden democrático como único sistema capaz de propiciar un desarrollo sostenido.

La democratización creó esperanzas y amplió las posibilidades de libertad y bienestar. Se expandió el sentimiento de que ya estaba en marcha un proceso que auspiciaba transformaciones definitivas. Ciertamente, aún cuando en la mayoría de los países del área se evidenciaban profundas fallas e imperfecciones en las estructuras y en las instituciones económicas, sociales y culturales, era evidente la existencia de una decidida voluntad de los gobiernos civiles orientada a emprender las reformas necesarias para armonizar el ejercicio de las libertades con las exigencias colectivas de bienestar y progreso. Una creciente solidaridad y cooperación entre los gobiernos electos, y la posibilidad de una más amplia participación ciudadana en el proceso político abrieron unas mejores perspectivas para el fortalecimiento de la cultura democrática y para consolidar la democracia.

Desafortunadamente, ahora los antiguos vicios y unos nuevos peligros amenazan con minar el proceso democrático. Los golpes militares en Surinám, Haití y Perú; las crisis institucionales en Brasil y Venezuela, la continua amenaza para la paz en Colombia y Centroamérica, el creciente número de violaciones de los derechos humanos, el aumento del narcotráfico y de la violencia relacionada con la droga, unos sistemas jurídicos débiles y una corrupción penetrante, el descenso en el nivel de vida y la sostenida extensión de la pobreza son todos ellos unos fenómenos que ponen de manifiesto la fragilidad de la democracia en la región.

Uno de los mayores obstáculos para el fortalecimiento de la democracia es la sostenida crisis económica. Los gobiernos tienen que hacer un gran esfuerzo para controlar la inflación, reducir los altos niveles de desempleo, equilibrar los presupuestos y generar un crecimiento económico. No obstante, están casi aplastados por el peso de la deuda externa, las condiciones impuestas por las instituciones financieras extranjeras, la caída de los precios de las materias primas y el proteccionismo de parte de los países industrializados. Aparte de que los programas neoliberales de ajuste radical y las políticas de privatización han producido unos recortes muy fuertes en los presupuestos de enseñanza, sanidad, vivienda, así como de otros servicios sociales necesitados con desesperación.

Como consecuencia, no se responde a las exigencias populares y muchos ciudadanos están perdiendo la confianza en el proceso político. Los partidos político